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pero otras siete espigas, secas y agostadas por el viento solano, brotaban después de ellas. Y las espigas secas devoraron a las siete espigas hermosas y granadas.

En eso el faraón se despertó y se dio cuenta de que sólo era un sueño. Por la mañana, el faraón, muy intrigado, mandó llamar a todos los adivinos y sabios de Egipto y les contó sus sueños, pero ninguno se los sabía interpretar.

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